Con el roce de mis labios
sembré besos por tu cuerpo,
con la pasión de mis manos
regué lujuria sin freno.
Las miradas fue al abono
que fortaleció el deseo,
y tu cuerpo el recipiente
donde retozo sin miedo.
Con las yemas de mis dedos
de punta puse tu vello,
y temblaron los instintos
del hombre que llevas dentro.
Mi pecho fué tu sosiego
donde escondistes tus miedos
y me quemaste por dentro
con la pasión de tu fuego.
Ardamos de amor turquesa
de locura y desenfreno,
dos almas que ya son una
en el placer del deseo.
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