
El
Guardián
La boca seca mientras caminaba no podía dejarle pensar con
claridad. El calor era insoportable. No había visto a un ser humano desde hacía
mucho tiempo. Se perdió cuando la luna acariciaba sus mejillas en una noche de olvido
etílico. Al despertar, solo la soledad le saludó con desgana. No sabía donde se
encontraba, ni como había llegado allí. El desconcierto desayunó ausencias con
él, en una mañana plagada de arena interminable. Miró al cielo; seguía siendo
azul. Se quedó unos largos minutos cuestionando a la nada, sin encontrar sentido
a la situación en la que se encontraba. Su boca empezó a carraspear la sequedad
de un oasis abandonado; donde el furtivo encuentro era todo, menos agradable. -Seguramente
será un sueño. -dijo desconcertado- y con dificultad, por el estado en el que
se encontraba, se levantó torpemente. Caminó durante horas, hasta encontrar un
pórtico cubierto de oro, y serpientes, que lo custodiaban. Cerca de aquella e
inesperada visión, se hallaba un pozo, rodeado de árboles frutales y estatuas
de hermosas mujeres. Su instinto hizo arrastrarse con desesperación hacia el
pozo. Pero una voz le detuvo. - ¿A dónde vas?, no ves que éstas en el lugar
equivocado. Detente, este sueño no te corresponde. – Por favor, tened piedad,
llevo muchas horas caminando bajo el sol abrasador de este desierto, y me estoy
muriendo de sed. Solo os pido un poco de agua. (Hubo un silencio eterno, que
solo duro dos segundos) al levantar la mirada, no vio a nadie. Se extrañó de oír
una voz tan real, con sonido de un eco enojado. El desconcierto cabalgó con él
durante un rato, mientras no paraba de buscar al sujeto de cuyos labios habían
salido dichas advertencias. Al no ver a nadie, y no volver a oír nada, volvió a
poner su mirada en el pozo, que ya se encontraba cerca de su desesperación. Con
miedo, miraba aterrorizado a un lado y a otro. – Este lugar ha de tener un
dueño, pero solo veo un pórtico, serpientes, estatuas de mujeres y un pozo; y
una voz ausente de un cuerpo visible – No quiso pensar más,” pensar le producía
dolor de cabeza”. Puso la mano en la boca del pozo, cuando lo alcanzó, estiró
la otra mano para impulsarse y ponerse de pie. Pero he aquí otra vez el
tormento vestido de voz. - ¡Detente!, ¿acaso no me has oído antes? No puedes estar
aquí. Tus labios no pueden beber del contenido de este pozo. No eres digno de
las bellezas de este improvisto encuentro. - ¿Quién eres?, déjate ver. Yo voy
desnudo de maldad, mis desgracias son mis credenciales, ¿No ves mi estado?, no
puedo más, necesito beber. – Soy el guardián de este lugar, y mis órdenes son
claras. Solo podrán pasar por aquí las almas puras, y tú no eres un alma pura. Tu
camino está en dirección contraria. No oses contradecir mis advertencias, o
tendrás que pagar muy caro tu desobediencia. -Agua, agua, solo os pido agua. Un
poco, un sorbo, rozar mis labios sólo un segundo. Después me iré. Os lo
prometo. – ¿Acaso sabes lo que hay dentro del pozo? ¿Qué te hace pensar que hay
agua? Los demonios viven en los sitios menos inesperados. Aúllan por las almas
perdidas y las mentes atormentadas. El pozo está antes del pórtico rodeado de
serpientes, ten cuidado, dentro no hay agua, solo la sangre de los seres
perdidos por sus pecados. Si eres puro, la sangre te sabrá a agua, y podrás
entrar por el pórtico sin que las serpientes te acechen, dentro hallarás un paraíso,
pero si mientes y la sequedad de tu garganta es aliviada por la sangre de los
que como tú decidieron desobedecer al guardián, las serpientes te rodearán para
exprimir tu sangre y verterla en el pozo. Y con tus huesos y piel harán una estatua
de una hermosa mujer; que representa la pureza custodiando el oro de los
inmortales. - ¿Y no hay otra forma para saciar mi sed, sin desobedecer al
guardián? - la hay, pero ya se hace tarde, mañana si respetas mi advertencia, y
sigues pacientemente aquí, te lo diré. Mientras tendrás que confiar en mí y
aplacar tu desesperanza. – no sé si podré aguantar, pero si llevo horas sin
beber, engañaré a mi paladar con mi imaginación, haciéndole creer que de mi
boca emana una cascada de agua transparente y fresca, que hará que pueda
conciliar el sueño hasta mañana, y tendré paciencia, ya que tiempo me sobra y
la muerte me persigue. A pesar de la noche calurosa, sus deseos de mirar por el
pozo, se disiparon incomprensiblemente. – Si he de morir, que sea mañana y no
hoy. Y si la sed no puede ser aplacada por la falta de agua, entregaré mi alma
a Belcebú; sin duda él no me hará tantas preguntas como este guardián. Al día
siguiente el guardián tardó en hacer acto de presencia a través de su cavernosa
voz. - ¡Ah!, ¿todavía sigues aquí?, no esperaba encontrarte. Nunca nadie fue
capaz de obedecer al guardián, y las serpientes llenaron el pozo con la sangre
de todos los que se acercaron a este lugar. ¿Sigues queriendo beber? -Si. – bien,
como te dije ayer, hay otra forma, es dolorosa, pero tendrás tu recompensa, que
es poder beber toda el agua que quieras hasta saciarte, es más, podrás pasar
por el pórtico y vivir eternamente. El precio será caro, ¿Estás dispuesto? –
Si, lo estoy. Decidme ya por lo que más queráis que he de hacer. Mi garganta
cada día se convierte en una montaña seca donde la arena quema más que el sol
de este desierto. - Tendrás que sacarte los ojos para dárselos a una de estas
estatuas, necesitamos que la belleza aflore y, para ella, la vista es fundamental.
A ti no te harán falta, ya que lo que más deseas es beber agua, y podrás
emborracharte del elixir más deseado que tu alma anhela. – Lo que me pides es
una masacre. – tú decides, terminar en el pozo con la sangre de los otros
pecadores, irte de aquí para proseguir por otro camino, o creer al guardián y
arriesgar tu alma por un manantial de agua. – pero…, ¿para qué quiere una
estatua de una mujer bella mis ojos?, no le servirán de nada. Y, yo, sin embargo,
quedaré mutilado para toda la vida. - ¿Toda la vida?, la vida no es eterna,
pero si al despertar ayer en el desierto solo y desorientado, sin saber por qué
has llegado aquí; es un consuelo para ti, sigue buscando otro lugar donde saciar
tu sed. Hubo un silencio eterno que ninguno de los dos quiso interrumpir. Lo que
más le molestaba al sediento, es no poder ver la cara de aquel con quien
hablaba. Un desconocido fantasma que ponía en jaque mate su vida sin ni siquiera
poder mirarle a los ojos. -Decidme guardián, ¿Quién te dio este trabajo?
¿Por qué no puedo verte? ¿Por qué tu voz suena a ultratumba? ¿Cuánto tiempo
llevas guardando este pórtico? ¿Acaso viste como las serpientes llenaban de
sangre el pozo? ¿De dónde salió todo este oro que recubre el pórtico? Las dudas
me pueden más que la sed. Me quedaré aquí sentado al lado del pozo, esperando a
la muerte. Eso será lo mejor. No quiero seguir hablando con un guardián fantasma.
Cuando muera, sacadme "vuestra majestuosa voz", los ojos, y dádsela a la estatua
de la derecha, que me recuerda a mi madre, con esos pies chiquitos y sonrisa
alegre. De adolescente la perdí por culpa de un borracho, y, yo, me volví otro
borracho, que mató al primer borracho, al que yo llamaba “padre”. Lo que más me
sorprende es morir pidiendo agua en vez de aguardiente. Un sueño inundó
profundamente al sediento. Al despertar, se encontró en un callejón, de lejos
veía a la gente caminar de un lado a otro. Para salir del lugar tuvo que pasar
por un pórtico dorado custodiado por una hermosa mujer hecha estatua a la que le
faltaban los ojos. Las ratas caminaban como serpientes sobre los desechos de
basura, que amontonados parecía una fuente. Y, una voz se oyó de la nada
diciendo –“FUERA DE AQUÍ, BORRACHO”.
FIN
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